Cuando doy una vuelta por la biblioteca o las tiendas de libros, puedo ver que algunos de los libros infantiles se enfocan en contar historias de manera divertida. ¡Y eso está bien! A los niños les gusta lo divertido.
Pero creo que ese tipo de libros no consiguen significar algo especial para mí. ¿Qué hay de la magia, qué hay del sentimiento? ¿Qué hay de esa sensación que te embarga cuando, sin pretenderlo, tus ojos se paran en una portada diferente y en ese momento te das cuenta de que has encontrado uno de los otros? Me refiero a uno de esos libros con magia. Recuerdo mis libros de cuentos favoritos. Era una niña con suerte, ya que solían ser elegidos y comprados por mi tía Mari Carmen, cuyo buen gusto para la literatura infantil todavía me impresiona. Siempre han sido mi pequeño tesoro, y la verdad es que nunca he dejado de quererlos y de atesorarlos con cariño. Porque algo tan mágico debería ser imperecedero. De hecho, ellos son los principales culpables de que me dedique a la ilustración. Puedo decir que me han inspirado porque, cuando los miro, no veo simplemente cuentos infantiles ilustrados, sino imágenes que me transportan a mundos diferentes, nostálgicos, empáticos y profundamente sensibles. Y no es debido al texto, sino a las ilustraciones. ¿Cómo podemos crear esa magia?, me he preguntado en multitud de ocasiones. Bueno, aquí cada maestrillo tiene su librillo y utiliza sus propios métodos para realizar su búsqueda, intentando encontrarla. Hay artistas que dominan esa magia y brillan con luz propia, pero cualquiera de nosotros, incluso el más principiante, tiene derecho a ella. En mi caso, simplemente intento dibujar desde la emoción, permitiéndome a mí misma vagar una vez más a través de esos mundos mágicos que he estado construyendo desde niña, sintiendo su alegría y su ternura, pero también su misterio y su melancolía, evitando limitarme tan sólo a la diversión, la alegría y el desenfado. Ese es el motivo por el cual me siento muy inspirada por películas como Song of the Sea. A veces la música me ayuda a conectar con ese sentimiento o estado. Me gusta escuchar canciones de piano o de músicos como Keith Keniff o Yann Tiersen mientras trabajo. Si mis mundos interiores tuvieran una banda sonora, ésa sería ellos. No obstante, debo confesar que también suelo escuchar las bandas sonoras de las películas Disney si estoy trabajando en una ilustración "feliz". Hablando de un modo más físico: la iluminación es, para mí, el hechizo más poderoso para invocar la magia en una imagen. Pero no sólo ella. Recientemente, pasando de nuevo las páginas de mis viejos libros de cuentos, he descubierto una particularidad que casi todos ellos comparten, y que asimismo comparten con mis propias ilustraciones: la poca saturación del color. Quizá han tenido una influencia sobre mí más fuerte de lo que pensaba, pero el hecho es que siento que los colores demasiado vibrantes o planos rompen un poco la sensibilidad. Así que uso colores con poca saturación, además de una iluminación cuidada, e intento trabajar las expresiones faciales de los personajes para que puedan crear empatía. Ésa es mi propia receta para perseguir la magia cuando dibujo para niños. ¡Permitidme compartir con vosotros algunas de las ilustraciones con las que he crecido! :- ) Comments are closed.
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AutorSoy ilustradora freelance. Vivo en Barcelona y me estoy enfocando en literatura y juegos infantiles ilustrados. ArchivosCategorías |